El Conversar de los Cerros
Información general de: El Conversar de los Cerros
- Departamento: La Libertad
- Provincia: Pataz
- Distrito: Urpay
- Dirección o Referencia:
- Categoría: Folclore
- Tipo: Creencias Populares
- Subtipo: Cuentos
- Jerarquía: No aplica
- Altitud: 2688 m s. n. m.
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Descripción
Esta leyenda según el Señor Carides Viera Sánchez, nos narra el cuento de un campesino llamado Silvestre desarrollado en la pampa de Rurun-Chuya, en cuya planicie abundan los pates, las gigantescas pitajayas, los chancayes y huargos; se encuentra asentada a los pies del Alto de Huaman-guayo. Atraído por la fertilidad de sus tierras, Silvestre hizo su chacra, donde cultivó yucas y camotes y a la cabecera construyó una pequeña choza. Siempre, bajaba para regar los sembríos y de paso a rodear los pocos animales vacunos que tenía en el potrero y a llevar leña. Una mañana muy temprano, partió a buscar la vaca “Shuya”; nombrada así por el color de su pelaje; blanco en forma de manchas que presenta en el pecho, patas, lomo y frente sobre el color negro; que en el rodeo anterior no la había encontrado con el resto de la tropa. Como siempre acompañado de su inseparable y fiel perro “Chusco”, llamado así debido a su color negro, patas amarillas y pequeños puntos amarillos en las cejas; que daba la apariencia de tener cuatro ojos; con alforja al hombro, donde tenía la picsha de coca, el pequeño porongo con cal y la cajetilla de cigarros Inca, y en la cintura su faja chura; tejido que tiene el diseño de figuras en forma de ojos a lo largo de toda la extensión, machete a la cintura y su poncho marrón. Caminó todo el día; atravesando la extensa hoyada que se encuentra entre el cerro Volón y Alto la Caridad; luego sobre el Alto de Huaman-guayo, y bajó hasta la Playa, extensión formada a orillas del rio Sucio; al mismo tiempo que chacchaba para presagiar si su búsqueda era asertiva al lugar que se dirigía; para lo cual cogía un poco de coca de la picsha y acompañaba con pequeñas cantidades de cal mediante la aguja de la tapa; la misma que untaba al ingresarla dentro del porongo y mediante golpecitos de la parte globular sobre uno del nudillo de su dedo pulgar. Medio que me quiere armar, el bolo. Dijo en repetidas ocasiones. Pero la búsqueda fue infructuosa. Voy a tener que quedarme en mi tambo… ¿Dónde se habrá metido esta Shuya? Comentó. Al mismo tiempo, que “Chusco” espantaba dentro del monte de inciensos a una perdiz. Miró hacía el horizonte y el sol estaba por ocultarse, así que apresuró el paso. Al llegar, ingresó a la choza y se recostó para descansar un poco. Luego, siguió echando la suerte por la ubicación de la ausente Shuya. Para hacer más agradable su reposo, buscó la cajetilla de cigarros en uno de los lados de la alforja, tomó uno y lo encendió. Al terminar el cigarro, decidió dormir un poco. Para ello, puso su machete a la cabecera, extendió su poncho y a sus pies se acostó si fiel acompañante. A medianoche, entre sueños escuchó el eco de unas voces y Chusco empezó a ladrar, Silvestre, se despertó y el miedo le inundó; en ello escuchó un llamado: “Huamánnnn…Huamánnnn… Huamánnnn… Y otra voz: Volónnn…. Volónnnn…. Volónnnn…” Luego inició otra: “Rurúnnnnnnnn… Rurúnnnnnnnn… Rurúnnnnnnnn…” Y la última agregó: “Huamánnnnn…Huamánnnn… Cómete al que está ahíiiiiiiiiiiiiiii… Cómete al que está ahíiiiiiiiiiiiii…” A lo cual hubo una respuesta: “No puedoooo… No puedoooo… Hombre teneeer, perro chuscooo y faja churaaaa… Mientras dos ojos duermennnn… Dos mirannn…” En su desesperación, Silvestre prendió otro cigarro, y nuevamente inició su chaccheo para evitar dormirse, cogió el machete, se paró y gritó repetidas veces: “Qué pasa, carajooooo!!!! ¡¡¡¡Qué pasa, carajooooo!!!!”. Miró a su alrededor, valiéndose de la luz de luna llena y el silencio volvió, sólo irrumpido por el cantar de los grillos. Retornó a la sombra de la choza y siguió chaccheando durante toda la madrugada e inquirió: “No vaya ser que estos cerros me traguen.” Al amanecer, emprendió el camino de retorno. Llegando a su casa, la esposa salió a su encuentro, quién le dio la noticia que la vaca había salido a hacer daño.
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